Recalculando ruta: Cuando el mapa habla demasiado
Mi sentido de la orientación al volante desde siempre ha sido un tanto “épico”. Con o sin GPS, siempre he sido la que rara vez se ha salvado de dar una ‘vuelta de honor’ con el coche antes de llegar a mi destino. Las rutas recurrentes, si, las acabo aprendiendo, pero como me saquen del caminito que ya conozco y me lleven por algún desvío, irremediablemente acabo dando mil rodeos antes de llegar a mi destino. Desde que maps y otras aplicaciones de GPS han llegado a nuestros teléfonos móviles para quedarse (si, ya sé que de eso ya hace mucho) sería de suponer que eso me facilitaría bastante la vida en ese aspecto. Pero, que va, mi GPS claramente tiene voluntad propia,cómo un copiloto imaginario con una personalidad muy marcada, un sentido de humor bastante peculiar (o nulo, depende del día) y al que a veces le gusta abusar de la confianza que deposito en él.
Esa relación de amor-odio que mantenemos el GPS y yo, ya empieza a manifestarse justo en el momento de programar el destino al que quieres que te lleve. Cuando, justo después de darle al botoncito de ‘iniciar’ su primera indicación suele ser algo al estilo ‘dirígete hacia el suroeste’. Mi querido GPS: Yo no tengo una brújula incorporada por defecto, es más, en ocasiones a duras penas sé en que día de la semana estoy, no me pidas que sepa donde está el suroeste como si fuera el protagonista de una película americana.
Una vez iniciado el viaje, tras encontrar con más o menos dificultad el suroeste y dirigirme hacía allí, en teoría ahora ya si el GPS debería de hacernos más fácil la conducción. Pero, al menos en mi caso, no siempre es así, mi copiloto – guía tiene varias y variadas maneras de hacer que me plantee si es que soy yo quien no se apaña con la tecnología o si simplemente mi GPS me está vacilando.

Tras unos pocos kilómetros sin escucharlo, de repente esa voz calmada y segura (o eso quiere hacernos creer) de adonde va, rompe el silencio para indicarte ”En 200 metros, gira hacia la derecha” y tú te preparas para el giro, aunque confieso que yo personalmente, a veces tengo serios problemas para saber con seguridad cuando ya he recorrido esos 200 metros y tiendo a girar antes de tiempo. Pero, en los casos que no lo hago, la voz calmada del GPS parece transformarse en la voz de un sargento “Gira hacia la derecha” (y casi juraría que, en alguna ocasión es un “Gira a la derecha ¡YA!). ¿El resultado? Que en vez de girar a la derecha por donde debías, o bien frenas en seco, o bien ya giras por la siguiente porque el giro que el GPS quería que tomaras, ya te lo has pasado.
Eso por no hablar de las veces que te intenta hacer dar la la vuelta completa a una rotonda para que vuelvas por donde has venido, porque en un momento dado ha perdido conexión o cuando en una ciudad que no conoces te dice “Gira a la izquierda en la calle Pepito Pérez”. Spoiler: Es la primera vez que estoy en ese lugar, no conozco los nombres de las calles. Y el tan ansiado “Has llegado a tu destino”. Sólo que, cuando escuchas esa frase esperanzadora, en alguna ocasión, en vez del lugar al que querías ir has podido acabar enmedio de la nada, en un descampado o en un polígono industrial que no tiene nada que ver con la dirección que habías introducido.

Pero no todo van a ser quejas por mis peripecias ocasionales con la tecnología GPS. También, aunque no lo parezca, mi navegados me ha enseñado cosas:
Paciencia. Mucha paciencia. Sobre todo cuando recalcula la ruta por quinta vez porque “has tomado una ruta alternativa”, cuando en realidad sólo habías dado un volantazo generoso para esquivar un charco enorme, te habías equivocado de giro o no querías tomar la ruta que te lleva por la autovía de peaje. En esos momentos, es cuando aprendes a respirar hondo y pensar que antes o después llegarás a tu destino.
Confiar en mi intuición. Aunque, como he dicho al principio, mi sentido de la orientación conduciendo a menudo deja mucho que desear, hay momentos gloriosos en los que esa vocecita interior te susurra “por ahí no es, sigue recto un poco más”. Y con el tiempo he aprendido a escuchar a esa voz por encima de la del GPS y debatir en voz alta con él. Lo mejor de esos momentos es que muchas veces acierto (aunque no siempre, todo hay que decirlo). Intuición vs. satélite
No tomarme todo tan en serio. Aunque la función principal de un GPS sea precisamente la de guiarnos por el mejor camino, perderse también forma parte de la aventura que es vivir. Dar una vuelta extra para acabar en algún lugar inesperado puede llevarte a descubrir esa cafetería que te encanta o un paisaje espectacular que de otra manera nunca habrías descubierto. En fin, un recordatorio de que ni la vida, ni los viajes van siempre exactamente como los habías planeado. Y eso, tiene su encanto también.
Al final parece que mi GPS y yo hemos decidido establecer una tregua. Él sigue intentando llevarme por el trayecto más “eficiente” (es decir, el que le da la gana) y yo sigo ignorándolo cuando estoy convencida de que “yo sé por dónde es” y riéndome de sus ocurrencias, pero confiando en que de alguna manera llegaremos exactamente a donde teníamos que estar. Así que, la próxima vez que tu GPS te mande por el camino equivocado o te de una indicación poco clara o en el último momento, simplemente tómatelo con calma, respira hondo y piensa que a lo mejor no estás llegando todavía al destino que esperabas, pero estás en el viaje hacía allí y los desvíos también son parte de la historia.


Hola, Flossy, a mí me pasa lo mismo. Eso de «a 100 metros gire a la derecha» o lo del «sureste», me mata, como tú dices, como si lleváramos una brújula incorporada. Y cuando lo cuento, siempre me dicen: pues tú mira la pantalla y ves por dónde va la flecha. Y yo contesto: si miro la pantalla, me estrello… Así que, o me dejo guiar por los carteles de toda la vida o, como tú dices, un poco de intuición y ya, porque lo del GPS es de traca.
Buenos consejos.
Un abrazo. 🙂
Menos mal que alguien me comprende, Merche. Yo creía que esas cosas sólo me pasaban a mi y me consuela ver que no soy la única. Hubo una época, en la que creía que mi GPS quería «rollo» conmigo, porque no hacía más que llevarme a descampados.
A mi también me han dicho un millón de veces eso de «Claro, es que tienes que mirar la pantalla y por donde va la flecha». Pero sinceramente, prefiero mirar la carretera antes que la pantalla.
Un gran abrazo 🙂