Momentos que importan: las alegrías que nos regala la vida diaria
Hoy me ha dado por reflexionar sobre esas pequeñas alegrías del día a día a las que, al menos de manera consciente, no solemos darles la importancia que se merecen. Son esas pequeñas cosas que nos van salvando de caer en la rutina, el estrés y la locura diaria. Porque, aunque en ocasiones nos cueste ver y reconocerlo, no todo en la vida son madrugones, jefes gruñones o pequeñas catástrofes domésticas que nos complican la existencia. También están esas pequeñas alegrías que a lo largo del día nos van sacando una sonrisa y van haciendo que ese momentito sea prácticamente perfecto. Lo que pasa es que demasiado a menudo tendemos a no apreciar esos momentos y a veces estamos tan enfocados en todo lo que nos va mal, con lo que no estamos a gusto o lo que nos falta, que se nos olvida apreciar e incluso agradecer todas esas cositas que si tenemos, las que se presentan de improviso y que suelen traer momentos de alegría a nuestra rutina diaria.
Tomemos por ejemplo lo que para mi es la reina absoluta de esas pequeñas alegrías del día a día: Una taza reconfortante de café (o té, o lo que prefieras, que aquí no discriminamos a nadie): Un café mañanero con el que empezar el día, cuando todavía no te has despertado del todo. Esa mezcla de aroma a café recién hecho y abrazo cálido del primer sorbo, al menos a mi, me suelen transmitir una sensación muy placentera, de que todo está bien, que puedo con todo. ¿Y que decir de un café inesperado con amigos a los que no ves desde hace tiempo? ¿O el placer de tu bebida caliente favorita después de un día duro? Sentir en las palmas de tus manos que rodean la taza esa calidez del café o la infusión, es como un bálsamo para el alma. Son momentos que te alegran el día aunque muchas veces no le damos apenas importancia, quizá precisamente por lo pequeños que parecen.
No sé si a alguien más le pasa, pero a veces cuando estoy inmersa en los ajetreos del día a día hay una cosa que de lo normal consigue sacarme una sonrisa: Ese momento en el que recibes un mensaje amigable e inesperado. Puede ser de una amiga a la que hace siglos que no ves, de algún familiar al que le tienes mucho cariño o de tu media naranja, Un mensaje cariñoso, gracioso, una foto curiosa o simplemente un meme. En el fondo da igual el contenido de ese mensaje, pero no su efecto: En medio del ajetreo diario se te escapa una sonrisa genuina y piensas: “Mira que bien, se acordaron de mi”. Y es que a veces no necesitamos un gran gesto, si no simplemente ese recordatorio de que estamos conectados, de que alguien se acordó de ti en medio de su día y te envió un saludo o una tontería que te hace reír. Son estas cosas las que, al fin y al cabo, terminan por alegrarnos el día.
Hay otra pequeña alegría que personalmente me encanta y no es que esta precisamente ocurra con frecuencia, pero cuando lo hace, es pura magia. Cómo ya los días están siendo menos cálidos, el otro día andaba ya sacando algo de ropa de abrigo y al meter la mano en el bolsillo de la chaqueta del año pasado ¡Oh, sorpresa! ¡Un billete arrugado de 10€, que ni recordaba haber guardado! Es como si hubieras ganado la lotería, pero en pequeñito y tu mundo vuelve a brillar un poco más. Y claro, ese pequeño tesoro que acabas de “desenterrar” sin esperarlo, da para un capricho imprevisto. Ya sea una buena merienda, ese libro que tenías fichado o, quizá alguna planta nueva para mi balcón. No es gran cosa, pero por un rato, te sientes como un millonario.
¿Y que me decís de esa canción que empieza a sonar en la radio justo cuando estás en un semáforo, o volviendo a casa después de un día agotador? De repente escuchas los primeros acordes y piensas: «¡Esto es justo lo que necesitaba!». Entonces subes el volumen, te vienes arriba y cantas como si estuvieras en un concierto, aunque la gente del coche de al lado te mire como si te faltara un tornillo. Pero, ¿y qué? A veces, una canción en el momento justo, puede cambiarte el humor por completo y darte ese empujoncito que necesitabas para llegar a casa con una sonrisa en la cara.
Luego está ese momento de llegar a casa y quitarte los zapatos, la ropa formal y ponerte cómoda. Es como dejar atrás todo el estrés del día atrás, una liberación casi, casi espiritual. De repente, todo parece más fácil, más cómodo. Ya no importa tanto como haya ido el día, ese pequeño instante es un recordatorio de que lo has logrado. ¡Llegaste al final de tu día! Y ahora, el sofá te espera.
Podría seguir enumerando una lista sin fin con esas pequeñas alegrías del día al día, pero tampoco es mi intención la de aburrir al atento lector. Además, creo que todos y cada uno de estas y otras situaciones son una buena muestra de que nuestra vida está llena de pequeños momentos que aunque a primera vista puedan parecer insignificantes, son capaces de alegrarnos el día. No siempre tienen porqué ser grandes eventos o logros los que creamos los únicos merecedores de celebración, también esas pequeñas grandes cosas del día a día pueden dibujar una sonrisa en nuestros rostros y hacernos sentir agradecidos.
Un mensaje de un amigo que te recuerda lo mucho que te quiere, un paseo por un paisaje que te encanta bajo el sol, una llamada telefónica con alguien a quien quieres … Son esos pequeños detalles que nos recuerdan que la vida está llena de cosas buenas y que la mayoría de las veces, vale la pena disfrutarlas. En lugar de pasarnos el día quejándonos y lamentarnos sobre todo lo que pensamos que nos va mal ¿por qué no probamos mejor a poner el foco en todo lo que si tenemos? En esas cosas y momentos que nos hacen sonreír, esos por las que nos sentimos agradecidos a la vida. No se trata de vivir en un estado de euforia constante, sino de aprender a apreciar los pequeños momentos que hacen que la vida sea un poco más mágica.
Así que, querido lector, la próxima vez que te encuentres en un día gris, recuerda que la felicidad está en las pequeñas cosas. ¡No te olvides de buscarlas, disfrutarlas y compartirlas! Es en esos detalles, en los que está la verdadera magia