Elige tu aventura ¿La caja rápida o la que detiene el tiempo?
¡Hoy me ha vuelto a pasar! Y tengo la certeza de que no es paranoia, ni tampoco casualidad. Podría ser física cuántica. O brujería. Aunque lo más probable es que sea una ley no escrita, tan inamovible como la ley de la gravedad y que dicta “No importa en que caja del supermercado te pongas, ni cuantas veces te cambies, tu fila siempre va a ser la más lenta”. Da igual que antes de decidir dónde posicionarte analices la situación en cada una de las cajas disponibles con lupa y mente fría ¡No acertarás!
Acabas de hacer tu compra semanal, tarea que ya de por si encuentras de lo ‘más estimulante’ y te acercas a la línea de cajas con la esperanza de esta vez, si, acertarás y no te pondrás en la fila más lenta de todas. Analizas con vista de águila (o eso es lo que tú te crees) las tres filas y a a quienes las componen, para así escoger el más ágil de entre todos los destinos posibles. La elección parece fácil e intentas aplicar la lógica:
- La fila de la izquierda sólo tiene a dos personas, pero ambas llevan sus carritos llenos hasta los topes.
- La de en medio, aunque sólo hay una cliente esperando, lleva una cantidad considerable de artículos, el prospecto de las ofertas y promociones de ésta semana, una ristra de cupones descuento y una calculadora en la mano.
- La fila de la derecha, aunque en ella haya cuatro personas haciendo fila, cada una de ellas lleva entre un artículo único a cuatro cosas y encima el cajero parece de los que son ágiles.
Piensas “Esta vez no me pillan. Esta vez acierto.” Sonríes con suficiencia y te colocas en la fila que tan sabiamente escogiste (la de la derecha, por si había alguna duda) y entonces ocurre. Como por arte de magia, Murphy, el universo o esa ley no escrita que mencionábamos antes despliegan su poder ante tus ojos con una cadena de eventos desafortunados. La señora que sólo llevaba una botella de agua y una barra de pan decide que necesita otras ocho cosas y envía a su acompañante a buscarlas. Mientras tanto, el señor que estaba delante de ella no había pesado la fruta y mientras uno de los empleados de la tienda se encarga de ello, la fila, en la que tú estás tiene que esperar y, por supuesto, no avanza.


Mientras tanto, has considerado cambiarte a la fila de en medio, que contra todo pronóstico ha cobrado una agilidad considerable, pero justo cuando ya habías tomado la decisión y estabas por mover tu carrito, esa caja se cierra. Con un suspiro reculas y te quedas en tu fila, esa que parecía ser la más ágil, mientras observas con resignación que, pasando los artículos del cliente que está justo delante tuya, la cajera se ha equivocado y tiene que llamar al encargado que tarda lo suyo en venir. Entretanto también la fila de la izquierda, esa que miraste con desdén y descartaste inmediatamente, ha avanzado con sorprendente agilidad. Los clientes de las demás filas van pasando, van pagando y se van marchando mientras tu sigues haciendo tu cola pacientemente. Como además ya habías empezado a depositar tu compra en la cinta y de todas formas casi te toca, ahora ya no te vas a cambiar de fila, si ya casi estás.
Y mientras esperas pacientemente (o no) entre tus cartones de leche y un paquete de garbanzos empiezas a reflexionar sobre por qué a veces nos afecta tanto esa inevitable ley de Murphy aplicada al consumo. Quizás sea porque ya de por si a muchos de nosotros, tareas como hacer la compra, nos parecen tediosas y vernos obligados a combinar una tarea que no nos gusta con una espera que vemos como improductiva nos termina frustrando. No es el mismo tipo de espera de cuando en el cine esperamos a que empiece la película o a que en el restaurante nos sirvan la comida. En nuestra mente más bien nos parece que la complejidad de los obstáculos no es proporcional a algo tan cotidiano como pagar por un kilo de patatas. Además, hay quien afirma que, mientras estamos en una fila que avanza más rápida que las otras (cosa que no va a pasar) realmente nos centramos en dónde vamos e ignoramos a la gente que adelantamos en las demás filas. Pero cuando somos nosotros los que estamos parados pensamos en nosotros y en nuestra mala suerte. Eso, o realmente es el universo que conspira contra nosotros.
Sea como sea, la próxima vez que estamos atrapados con nuestra compra en la fila que avanza más despacio tenemos dos opciones. Podemos lamentarnos de lo injusto de nuestra mala suerte y tomarlo como una especie de castigo, o bien podemos aprovechar esa pausa forzada para respirar hondo, mirar alrededor y quizá sonreírle a la persona de al lado y que también está atrapada en este bucle temporal de las colas del supermercado. A veces no pasa nada por ir un poco más lento, no nos tomemos la vida como si todo en ella fuera una carrera.
Así que, querido lector, la próxima vez que te pase (porque te va a pasar) no te desesperes. Aprovecha para mantener una charla relajante, mira al techo, cuenta las baldosas o intenta inventar una historia a partir de lo que otros tienen en su carro de la compra. O mejor aún, aprovecha para decidir qué cenar hoy. Porque al final, todos salimos de esa cola que va tan lenta, unos antes y otros después, pero con nuestra compra hecha y un poco más entrenados en el arte de la paciencia.

Hola, Flossy, así es, tal cual, siempre la caja que se elige es la lenta, pero solo es lenta cuando tú estás esperando, ni antes ni después, solo cuando tú esperas. Paciencia, no queda otra. Como dices, a mí me fastidia hacer la compra, entonces quiero hacerla cuanto más rápido mejor, de ahí ese malestar cuando pasa algo como cuentas…
En fin, así es la vida, que Murphy nos pille de buen humor.
Un abrazo. 🤗
En eso entonces somos tal para cual. La compra es una de esas tareas repetitivas que menos me gustan (y como me gusta tan poco, cuando ya si que voy es porque de verdad no queda más remedio) y como tú, lo que quiero es salir lo más rápido posible de allí. Y claro, la cola lenta (que es la que siempre toca) exaspera más aún si cabe.
Pero, pero, pero … contra Murphy poco podemos hacer, no nos queda otra que intentar tomárnoslo con filosofía y no estresarnos en exceso.
Un gran abrazo y gracias por pasarte 🙂