Del estrés al sofá. Cuando la vida te dice “Siéntate y descansa”
Demasiadas veces pasamos por nuestros días en modo piloto automático, pisando el acelerador de la vida a tope, como si nos pesara el pie y estuviéramos compitiendo en una carrera al estilo de las 24 horas de Le Mans. Creemos que debemos poder con todo, trabajo, citas, la lista de la compra, esa llamada que llevamos posponiendo un día si y al otro también … Parece que nos creamos malabaristas profesionales y que nuestra especialidad sea mantener veinte bolas en el aire a la vez. Y en medio de esa locura nuestra de “yo puedo con todo”, a veces la vida, el universo decide, sin aviso previo, que ya es suficiente, pulsa en gran botón rojo de PAUSA por nosotros y nos obliga a frenar en seco.
No suele ser una pausa de esas que tú elijas, de tipo “Voy a tomarme un té tranquilamente”. No. me refiero más bien una esas paradas obligatorias que te impone el momento y en esas, normalmente no te queda otra opción que parar, quieras o no quieras. Lo que pasa es que, hay paradas y PARADAS, así, con mayúsculas. Y esas, pueden ser perfectamente las que llegan sin hacer ruido y a veces con un toque de “ay, ay, ay”, vestidas de bata de hospital cuando la salud (la nuestra o la de un ser querido) se mete por medio. Hablo de esas paradas forzadas que tienen el poder de reorganizar de golpe y sin preguntar nuestro preciado horario, nuestra lista de prioridades y de paso también nuestro mundo emocional.
A muchos, de cara a la galería, nos gusta ir por la vida a golpe de “yo puedo con todo”y de “no, no, si yo estoy bien”. Estamos en plena faena y de repente ¡zas! la vida se encarga de recordarnos que tenemos un cuerpo, no una máquina con un “¡Quieto ahí, campeón! Déjate los jueguecitos y empieza a cuidarte, que si no, te paro yo para que lo hagas. Puede ser desde un resfriado que nos deja hechos un trapo, una visita al médico que te da un pequeño susto o incluso algo más serio que te da un susto más grande y te obliga a replantearte bastantes cosas. Es un poco como esa sensación de vértigo cuando estás en una montaña rusa y de repente el vagón en el que tú estás, se detiene en el punto más alto.

Cuando la salud nos pasa factura y nos recuerda lo frágiles que en el fondo somos, muchas veces el primer sentimiento que acude a nosotros puede ser una mezcla entre frustración y rabia. Rabia por los planes rotos “Tenía que terminar esto”, “Mi viaje … ”Mi proyecto …” y frustración por la dependencia “Necesito ayuda para tal cosa”, “No tengo fuerzas”. Y tiene que ser difícil, lo entiendo. Entiendo que verse obligado a quedarse en el banquillo durante un tiempo estando acostumbrado a ser normalmente la estrella del partido es todo un golpe al ego y a la autoimagen. Pero es precisamente ahí, en ese “no puedo”, donde deberíamos intentar no enfadarnos con esa parada obligatoria e intentar aprender de ella, aprender a soltar la capa de súper héroe y a aceptar que como seres humanos también somos vulnerables a veces.
Y luego está la otra cara de la moneda, la salud de los que amamos. Cuando nos toca detener nuestra propia rutina para acompañar a alguien a quien quieres en el hospital, cuidar a un niño enfermo en casa o ser el apoyo firme de tu pareja en un momento delicado, no sólo se detiene nuestro día a día, si no que se redefine y de alguna manera nos convertimos en un satélite que gravita alrededor de esa persona. Dejamos de ser los empleados eficientes para pasar a ser durante un tiempo la “enfermera jefe” y apoyo emocional. Dejamos de pensar en en esa fecha de entrega y en cambio estamos muy pendientes de cuando toca la “próxima dosis de medicamento”. Pero también el miedo y la incertidumbre consiguen hacerse un hueco para intentar instalarse, haciendo que el tiempo se estire y se encoja de manera extraña. Y es que, cuando un ser querido está pasando por un momento difícil, también es natural sentirnos impotentes, pero creo firmemente que en ese momento nuestra presencia, apoyo y nuestra paciencia pueden ser fundamentales para esa persona a la que queremos.
Está claro que este tipo de paradas forzosa pueden ser difíciles y a nadie en su sano juicio le gustan, pero en el lado positivo de la balanza, también pueden tener un efecto secundario increíblemente poderoso. De alguna manera nos dan una perspectiva brutal y más cruda sobre lo que realmente importa y lo que en el fondo no es más que “peccata minuta”. Nos obligan a evaluar de nuevo lo que creíamos nuestras prioridades ¿Que es realmente importante en la vida? ¿El trabajo, las responsabilidades, o la salud y el bienestar? Cuando hemos estado cerca de un límite (el nuestro o el de un ser querido) solemos volver con una especie de “reset” mental ¿Esa discusión tonta de hace dos semanas? Irrelevante. ¿Ese correo electrónico a las diez de la noche? Puede esperar perfectamente. Lo realmente importante es la salud, el bienestar y tiempo de calidad con quien amas.
Si la vida te ha puesto en una de estas grandes pausas, recuerda que la salud es el único botón de “play” que realmente importa. Superar un momento difícil nos hace más fuerte y nos puede enseñar a valorar la vida, las pequeñas cosas que la componen, que no pasa nada si en lugar de intentar hacerlo todo nosotros solos pedimos ayuda y que somos valiosos no por lo que hacemos, si no simplemente por quienes somos. Cuando vuelvas a arrancar, hazlo más sabio, más despacio y, sobre todo, más fuerte. ¡Que la vida es un viaje a disfrutar en las mejores condiciones, no una carrera!

Hola, Flossy, totalmente de acuerdo y lo peor de esas PAUSAS forzosas o no tan forzosas (porque si es algo tuyo siempre piensas que te debes cuidar más y todo eso, por tanto son hasta productivas), pues eso lo peor de todo esto es volver a empezar, uuffff, lo que cuesta volver a entrar en la tan ansiada rutina que anhelabas después del proceso que hayas sufrido (ya sea por ti o por un familiar). De repente se te agolpa todo en la cabeza, el querer y el no poder porque ya no tienes el mismo ritmo, porque pesa esa PAUSA forzosa, por todo y hasta que te quitas ese velo o muro que de pronto aparece, cuesta mucho más que la pausa en sí (o al menos eso es lo que me ha pasado a mí en el último año).
En fin, como siempre digo LA VIDA… Por eso siempre que se pueda CARPE DIEM.
Un abrazo. 🙂