¿Hacer las cosas correctamente o hacer lo correcto?
Vivimos en un mundo lleno de reglas y normas en el que por lo general se espera de nosotros corrección, corrección que constituye una base importante de una buena convivencia y hasta ahí creo que la mayoría estaremos de acuerdo. Pero, y esa cuestión ya hace un tiempo que me ronda por la cabeza ¿es lo mismo “hacer las cosas correctamente”y siguiendo las normas a rajatabla que “hacer las cosas correctas”? A simple vista parece lo mismo o al menos parecido ¿verdad? Al fin y al cabo, ambas expresiones hacen referencia a como llevamos a cabo una acción o tarea determinada. Sin embargo, en mi humilde opinión no es lo mismo ni de lejos y esta sutil diferencia a la larga, puede tener un gran impacto en nuestras vidas.
¡La clave que marca esta diferencia está en el enfoque! Cuando nos centramos en “hacer las cosas correctamente”, nos esforzamos al máximo para cumplir con nuestra obligación, buscamos la perfección e invertimos nuestra energía siguiendo las reglas al pie de la letra para que el resultado final quede impecable. Pero rara vez nos paramos a pensar si lo que estamos haciendo realmente tiene sentido, nos llena o si es lo mejor en este preciso momento. En cambio, “hacer las cosas correctas” va más allá de buscar simplemente la perfección. Se trata de tomar decisiones basadas en nuestros valores y principios, de actuar con integridad y de pensar en las consecuencias de aquello que estamos haciendo.
Voy a intentar ilustrar esta diferencia con un sencillo ejemplo: Imaginemos que nos hemos comprometido a preparar una tarta para el cumpleaños de nuestra amiga. Si queremos “hacer las cosas correctamente” seleccionaríamos una receta que esté bien, utilizaríamos los mejores ingredientes, seguiríamos la receta al al pie de la letra y nos esmeraríamos en que la presentación sea impecable, de revista. Pero, si queremos “hacer las cosas correctas”, además de lo anterior, nos aseguraríamos de que la tarta no contenga ningún ingrediente al que nuestra amiga sea alérgica, preguntaríamos antes incluso de buscar la receta si tiene alguna preferencia especial y, por supuesto, ¡entregaríamos la tarta con una sonrisa! En ambos casos habríamos cumplido en el sentido más estricto de la palabra, pero en el primer caso, simplemente habremos hecho las cosas «bien» y seguido las instrucciones, de manera mecánica quizá. Sin embargo, en el segundo caso, habremos hecho las cosas «correctas», nos hemos adaptado a las circunstancias concretas de nuestra amigo y además habremos disfrutado del proceso.
En términos simples y según lo veo yo, si nos limitamos a hacer las cosas correctamente seguiremos las reglas, cumpliremos con las expectativas y llegaremos a los estándares establecidos. Es eficiente, es efectivo, pero muy a menudo carece de alma. Hacer lo correcto, en cambio, va más allá de la mera ejecución técnica, va más bien sobre hacer las cosas de manera que resuenen con nuestros valores y que nos hagan sentir bien con nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Es posible que esa manera de enfocar las cosas no sea tan eficiente como la anterior, pero sin lugar a dudas es más satisfactorio.
En mi opinión, la mayor diferencia entre hacer las cosas correctamente y hacer las cosas correctas está en encontrar el equilibrio perfecto entre ambos conceptos. Por supuesto es importantísimo que nos esforcemos por hacer las cosas bien y ceñirnos a determinados procesos para ello siempre que sea necesario, pero tampoco debemos olvidarnos de actuar con ética y responsabilidad. Preguntarnos si el actuar de una manera o de otra nos hace sentir bien, escuchar a nuestra intuición cuando nos encontramos en una de estas encrucijadas y confiar en nosotros mismos, nos puede ayudar a discernir si solo estamos haciendo las cosas correctamente o si además estamos haciendo lo correcto.