El efecto mariposa de las tareas que ‘sólo te llevan 5 minutos’
Estoy segura de que a todos nos ha pasado en más de una ocasión. Un inocente “¡Uy! Ese tornillo en la puerta del mueble del salón está un poco suelto. Voy a apretarlo en un momento, total, son cinco minutos.” ¡Aviso a navegantes! La mayoría de las frases, pensamientos o tareas que empiezan por o contengan un “Son sólo cinco minutos de nada … “ generalmente son una trampa, una trampa seductora y peligrosa, pero trampa al fin y al cabo. Una trampa que en mi mundo (y espero no ser la única) puede provocar fácilmente que esos cinco minutos acaben convirtiéndose en una nueva unidad de tiempo cósmica y desconocida oficialmente, que se estira y retuerce para acabar transformándose, en el mejor de los casos, en una tarde entera rodeada de caos.
Pero volvamos a ese tornillo que está un poco suelto. “Sólo hay que apretarlo, es un momentito de nada.” Que frase tan inocente, tan breve … tan engañosa. Así que, nos ponemos manos a la obra y empezamos a buscar el destornillador en el cajón de las herramientas varias (alerta de spoiler: Ese cajón en realidad es un cementerio de cables, pilas y cosas variadas que ni me acuerdo para que sirven). En mi caso al menos, encuentro un mínimo de tres destornilladores en ese cajón, pero ¡oh, sorpresa! Ninguno de ellos es el que necesito precisamente para ese tornillo suelto y mientras busco más a fondo entre las herramientas, se cae una de las cajas de la estantería de al lado esparciendo su contenido y revelando un tesoro escondido de facturas antiguas que debería de haber tirado hace tiempo, ese porta-retratos cursi del que ya me había olvidado y unas pocas monedas sueltas de antes de la entrada el Euro.
Mi mirada se va hacia esos ‘tesoros’ esparcidos por el suelo y, con un pequeño suspiro, pienso “Bueno, ya que estoy, en un momentito ordeno esa estantería” sin ser realmente consciente de que en esas circunstancias, cualquier frase que empieza con “Ya que estoy …” puede ser el beso de la muerte a esa tarea que sólo iba a llevarme unos minutos. A partir de ahí, la cosa se suele desmadrar y sin saber muy bien cómo, de repente me encuentro sentada en el suelo, rodeada de los trastos de la estantería y pelusas que salen de debajo de ella, mientras el tornillo suelto que sólo me iba a llevar un momento apretar se ríe de mí por lo bajito. Cuando me quiero dar cuenta, han pasado tres horas, yo estoy sumergida en un pequeño apocalipsis de cosas a medio hacer y he empezado a llenar una caja con cosas para donar.

Pero ¿Por qué? ¿Qué pasó para que esa tarea que sólo iba a llevarme cinco minutos se complicara así? Es por la idea de “sólo hay que …”, que es uno de los grandes mitos de la vida moderna. Aparentemente es una promesa seductora de la simplicidad, que si te la crees y aceptas, puede desatar una cadena de eventos casi interminable.
Sólo hay que limpiar una estantería, pero esa estantería está llena de recuerdos olvidados y mientras la limpies empiezas a clasificar y después a recordar. Al final, has terminado reorganizando todo el salón.
Sólo hay que colgar un cuadro, pero ese muro tiene tuberías, o yeso viejo, o vete tú a saber. El caso es que empiezas con un clavo, sigues con un taco y tornillo a juego y acabas midiendo ángulos con un nivel láser (que ni sabías que tenías) cómo si lo hubieras hecho toda la vida. Al final, el cuadro ha quedado algo torcido, si, pero no importa … a fin de cuentas, tampoco queda tan mal.
Y es que, en este tipo de pequeñas tareas, “cinco minutos” realmente nunca son “sólo cinco minutos” porque prácticamente todo en nuestro día a día está conectado. A veces, apretar un tornillo implica revisar ese aparato, revisar ese aparato implica tener que desmontarlo, desmontarlo puede implicar encontrar otros tres problemas … y claro, esos problemas no pueden quedarse sin resolver.
Así que, quizás, sólo quizás esas tareas que “se hacen en un momentito”, pero que en realidad se convierten en horas, pueden ser una metáfora de como funcionamos nosotros y lo que nos rodea. A menudo creemos que podemos resolver algo pequeño de forma rápida y no tenemos en cuenta que no somos robots, si no seres humanos con nuestras distracciones, nuestra curiosidad y nuestros cajones llenos de herramientas, trastos) e historias. O quizá sea nuestro querido amigo Murphy, echándose unas buenas risas a nuestra costa. ¿Quien sabe?
Así que, la próxima vez que alguien (o tú mismo) te diga “eso lo haces en cinco minutos”, respira hondo, hazte a la idea de que nunca, pero nunca, nunca, van a ser cinco minutos y ponte manos a la obra (o si puedes ¡huye!). Y si alguna vez, contra todo pronóstico de verdad has terminado esa tarea en cinco minutos, antes de cantar victoria asegúrate muy, pero que muy bien de que lo has hecho todo correctamente.

Hola, Flossy, probablemente yo sí hubiera terminado en cinco minutos porque no hubiera encontrado el destornillador, y no solo hubiera revuelto ese cajón donde tú encontraste tres, sino ¡¡toda la casa!! Es decir, el tornillo se habría reído de mí pero porque me hubiera vuelto loca revisando la casa entera en busca de herramientas.
En cualquier caso, buenísimo el texto y…, ¿sabes? Has ganado con creces al tornillo porque tú has escrito esto y él no, jajaja.
Un abrazo. 🤗
Hola Merche. Si, cierto, yo encontré tres destornilladores .. pero ninguno me valía para ese tornillo puñetero. ¿Pero sabes que? ¡Tienes razón! Al escribir esta entrada, he ganado por puntos al tornillo (que se jorobinche, cómo solíamos decir de pequeños).
Un gran abrazo y muchas gracias, como siempre, por pasarte.