Deliciosamente romántico ¡El amor está en el plato!
Creo que no me equivoco mucho cuando afirmo que todas las parejas tienen algún restaurante en particular que de alguna manera ha sido un lugar especial en su historia y al que siempre vuelven, sobre todo en las ocasiones especiales como aniversarios, cumpleaños o propuestas de matrimonio. Por supuesto que también mi media naranja y yo tenemos ese restaurante con historia dentro de nuestra historia al que siempre nos gusta volver cada vez que tenemos ocasión.
Y es que, cuando apenas llevábamos seis meses hablando y aún no nos conocíamos “en real” (he de aclarar aquí que nos conocimos por internet), el que hoy es mi marido, decidió coger un vuelo sin dudarlo para recorrer los más de 1.700 Km que entonces nos separaban para invitarme a cenar el día de mi 50 cumpleaños. Me pareció un gesto digno de las mejores comedias románticas de la gran pantalla.
El lugar elegido en aquella ocasión fue un restaurante cercano, el Restaurante Manolo en Guardamar del Segura (Alicante), lugar que destaca por sus platos tradicionales mediterráneos, elaborados con productos frescos de la zona. Aquella cena, primer encuentro y esos días que pasamos juntos hace ya casi un lustro fueron un éxito rotundo.
Tan rotundo que éste fin de semana hemos podido celebrar nuestro primer aniversario de casados. Ese aniversario había que celebrarlo ¿Y que mejor celebración que una comida romántica en ese restaurante que nos trae recuerdos tan agradables?
Aunque la carta del restaurante ofrece muchas opciones que en ocasiones hasta te puede dificultar la elección, pues cada propuesta parece más sabrosa que la anterior, decidimos optar por el menú especial de ese día que suele ser variado y siempre nos encanta. Las distintas opciones de ese menú de fin de semanaque escogimos, te las suele “cantar” el camarero en la mesa y aunque mi media naranja es alumno aplicado en sus clases de español, se perdió un poco en esas opciones por lo que se las intenté traducir … intento que acabó en risas entre el camarero y nosotros, ya que a media traducción la que se perdía era yo (es lo que tiene el tener memoria de pez en ocasiones). Al final conseguimos aclararnos y acabamos pidiendo los siguientes platos:
Cómo entrantes, sin olvidarnos de que el menú habitualmente es servido con una ensalada mixta al centro de la mesa y pan recién hecho con allioli y tomate rallado (lo del pan con allioli y tomate es un clásico en los restaurantes de esta zona), optamos por una fritura variada de pescado, que en esta ocasión contenía sardina fresca y chipirones enharinados, así como unas deliciosas gambas. También pedimos queso fresco a la plancha que fue servido sobre una rodaja de tomate carnoso que igualmente tenía un ligero toque de plancha y se acompañaba con mermelada que fue la encargada de aportar un delicioso contraste.
De plato principal, aunque había mucha más variedad, optamos por atún fresco a la plancha. Éste plato, aunque sencillo con su guarnición de patatas y verduras de la zona, realmente estaba delicioso y en su punto óptimo, jugoso Una autentica delicia que no lo tuvo difícil para que a partir de ahora asociemos este sabor con un momento de lo más especial para nosotros.
Colofón de esa comida romántica fue el postre. Nuevamente no era tarea fácil decidirse, ya que además de los clásicos como pueden ser la fruta fresca de temporada o los helados, la variedad de postres entre los que escoger nos lo puso difícil, aunque finalmente nos decantamos por el souflfé de limón. Y fue todo un acierto, de hecho el primer bocado de ese postre fresco y nada pesado, consiguió que cerrara los ojos para disfrutar plenamente tanto del ligero toque de frescura y suava acidez del limón como de lo esponjoso que era.
En definitiva, nuestra visita al nuestro restaurante favorito fue mucho más que una simple comida romántica. Fue una experiencia que celebró no sólo nuestro primer aniversario, si no también nuestra historia, nos recordó lo especial que somos el uno para el otro y nos dejó con el estómago lleno y el corazón aún más contento (y eso que el soufflé de limón no era apto para la operación bikini precisamente, ¡pero valió cada caloría!).
Aprendimos que la comida, más allá de ser una necesidad básica, es uno de los lenguajes universales que une a las personas. No importa si hablamos diferentes idiomas o si nos perdemos en la traducción de los platos, al final todos compartimos el placer de saborear una buena comida, rememorar momentos especiales y crear recuerdos inolvidables.
Así que la próxima vez que estés buscando un lugar especial para celebrar una ocasión especial, no subestimes el poder de un restaurante con historia y platos deliciosos. ¡Quién sabe, tal vez encuentres el lugar donde nació tu propia comedia romántica! Y recuerda, la vida está llena de momentos especiales, así que no pierdas la oportunidad de disfrutarlos, reír, amar y, por supuesto, comer deliciosamente. ¡Bon appétit y buen humor para todos!»